11.2.12

George Bataille, la pura felicidad

Suicidio

La pura felicidad está en el instante, pero el dolor me ha expulsado del instante presente, hacía la espera del instante futuro en que mi dolor será calmado. Si el dolor no me separara del instante presente, la "pura felicidad" estaría en mí. Pero ahora, hablo. En mí, el lenguaje es el efecto del dolor, de la necesidad que me ata al trabajo.

Quiero, debo hablar de mi felicidad: debido a ello me invade una desdicha incomprensible: el lenguaje con que hablo está en busca de un futuro, lucha contra el dolor aunque fuera ínfimo que es en mí la necesidad de hablar de la felicidad. El lenguaje nunca tiene como objeto la pura felicidad. El lenguaje tiene como objeto la acción, cuyo fin es recobrar la felicidad perdida, pero la acción no puede alcanzarla por sí misma. Si fuera feliz, ya no actuaría.

La pura felicidad es negación del dolor, de todo dolor, aunque fuera la aprehensión del dolor; es negación del lenguaje.

En el sentido más insensato, es la poesía. El lenguaje obstinado en un rechazo, que es la poesía, se vuelve sobre sí mismo (contra sí mismo): es análogo a un suicidio

Ese suicidio no alcanza al cuerpo: arruina la actividad eficaz, la sustituye por la visión. Subsiste la visión del instante presente, que aparta al ser de la preocupación por los instantes venideros. Como si hubiera muerto la serie de los instantes, que ordena la perspectiva de) trabajo (de actos cuya expectativa convierte al ser soberano al que ilumina el sol del "instante presente", en subordinado) El suicidio del lenguaje es una apuesta. Si hablo, obedezco a la necesidad de salir del instante presente. Pero mi suicidio anuncia el salto al cual se arroja el ser liberado de sus necesidades. La apuesta exigía el salto: el salto que la apuesta prolonga en un lenguaje inexistente, en el lenguaje de los muertos de aquellos a quienes la felicidad devasta, a quienes la felicidad anonada

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