San Juan del Progreso tan calmo cada mañana y cada noche -se escucha el ruido del viento-, pueblo árido en donde las milpas no dan ni un maíz y los manantiales han sido concesionados a Bonafont. Las tienditas están vacias y polvientas, no hay Waltmart en el pueblo. Mientras, en la gran ciudad la violencia extraeconómica se manifiesta en las calles; los periódicos
coquetean con la muerte y al mismo tiempo con esa pornografía
nauseabunda, el morbo se manifiesta -mientras aprueban la ley que atenta
contra la soberanía alimentaria de nuestro país-. Nos
atacan perversamente con la música dopada de mensajes ordinarios-reaccionarios que
fomenta roles, define masculinidades y formas de amor, telenovelas
trágicas que remueven esa esperanza y que al final no la
reavivan, y sólo nos ahogamos en ese mar enajenante que genera la
resignación del "así son las cosas". Gente, niños pidiendo dinero,
buscando el "easy money" en la calle, en el metro niños estirando la mano
por una sonrisa; y de pronto ya hay toda una economía subterránea,
sádica, que profundiza la miseria; y ante esto: un pueblo sin respuesta.
Esa
violencia que espanta, aterra; sólo causa indiferencia en los presuntos
espectadores -ajenos según ellos a esa realidad que les repite su
cotidianidad- de una sociedad en decadencia, sociedad "apariencia";
mientras San Juan del Progreso no promete lo que tanto pregona, pueblo
que expulsa hacia la Ciudad Nada.
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